lunes, 8 de diciembre de 2014

Rima LXXI

No dormía; vagaba en ese limbo
en que cambian de forma los objetos,
misteriosos espacios que separan
la vigilia del sueño.

Las ideas que en ronda silenciosa
daban vueltas en torno a mi cerebro,
poco a poco en su danza se movían
con un compás más lento.

De la luz que entra al alma por los ojos
los párpados velaban el reflejo;
pero otra luz el mundo de visiones
alumbraba por dentro.

En este punto resonó en mi oído
un rumor semejante al que en el templo
vaga confuso al terminar los fieles
con un amén sus rezos.

Y oí como una voz delgada y triste
que por mi nombre me llamo a lo lejos,
y sentí olor de cirios apagados,
de humedad y de incienso.

Pasó la noche, y del olvido en brazos
caí, cual piedra, en su profundo seno.
No obstante al despertar exclamé: “¡Alguno
que yo quería ha muerto!”

Estaba a punto de dormirse, en ese duermevela justo antes de dormir y escuchó algo en la calle, una voz que le resultaba familiar, no sabía el qué, pero hizo sentir que alguien que quería había muerto. Tuvo una premonición, no sabemos si real pero el lo sintió así.

Es una rima sencilla pero algo extraña. Aunque yo realmente pienso que cuando pasan cosas así, no siempre, pero a veces, somos capaces de sentirlo, cuando alguien que de verdad nos importa, muere, o le pasa algo, no sé, es como si tuviésemos una conexión y aunque no sepamos el que, sentimos algo extraño.

Se trata de una rima existencial.


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