domingo, 7 de diciembre de 2014

Rima XLIII

Dejé la luz a un lado, y en el borde
de la revuelta cama me senté,
Mudo, sombrío, la pupila inmóvil
clavada en la pared.
¿Qué tiempo estuve así? No sé: al dejarme
la embriaguez horrible de dolor,
expiraba la luz y en mis balcones
reía el sol.
Ni sé tampoco en tan terribles horas
en qué pensaba o que pasó por mí;
solo recuerdo que lloré y maldije,
y que en aquella noche envejecí.

Cuenta como estuvo una noche entera despierto, algo le había pasado y sentía un gran dolor. Estuvo toda la noche pensando y dándole vueltas a aquello que le pasaba y cuando salió el Sol y se dio cuenta de que aún seguía ahí, despierto, tan dolorido, solo fue capaz de sentirse ya viejo. Sintió que tanto dolor lo había envejecido en una noche, ni siquiera recordaba porqué se encontraba así, pero el dolor había hecho verdaderos estragos en él.

El poema es sencillo pero curiosamente esta vez es la idea la que me parece complicada, entiendo el poema pero no soy capaz de entender ese sentimiento, ese sentimiento de que el dolor te hace envejecer y es que una vez pasado, supongo que se acaba, pero él habla de un dolor tan grande que te hace dejar a un lado tu juventud, quizás porque no me ha pasado que no lo entiendo o simplemente que los románticos eran muy trágicos y siempre le veían el lado malo a las cosas.

Se trata de una rima existencial.

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